
by Vianney A. Gavilanes
La Chalupa: imagen llena de mil colores y mil hablares.
Colores vibrantes que exaltan mis sentidos y despiertan en mí imágenes, sonidos, olores y sabores… ¿serán recuerdos, memorias, o productos de mi imaginación necesarios para completar mis recuerdos romantizados del ayer?
Chalupa, te veo y me provocas. Me provoca esa llanura verde y alegre, señal de vida. Esa vida que me conmueve con tan sólo ver el altor de los pinos en el horizonte formando el fondo perfecto para tu belleza.
Belleza al ver tu canoa llena de frutos y flores, con esos tonos relumbrantes que me inducen a saber qué hay debajo de esos mantos ruborosos… ¿qué escondes Chalupa?
Belleza al ver tu Teyacapan, esa pieza de manta bordada a mano llena de detalles; y dentro de los detalles un sinnúmero de historias inauditas. Historias de las mujeres que bordaron esos Teyacapanes, en los cuales van entretejidos sus anhelos y esperanzas de una vida mejor, con cada punto de cruz.
La vida.
La vida con su belleza infinita arraigada tan ferozmente con el sufrimiento, formando la relación perfecta de odio y amor.
Amor.
Amor al folklore que derrocha tu imagen de mujer mexicana y trabajadora. Tu piel morena, resplandeciente como el sol, el mismo que observa tu jornada de trabajo día a día a veces no remunerado, y el cual se esconde detrás del horizonte al compás de tus pies cansados. Mujer trabajadora que desempeñas tus labores como toda una guerrera enfrentando tus desafíos con tu frente en alto.
¿A dónde vas Chalupa? ¿De dónde vienes?
¿A dónde te llevan esas aguas zarcas y cristalinas?
¿A dónde me llevan a mí?
Teuchitlán.
A ese lugar donde se encuentran mis primeras memorias del agua, de la laguna que abastecía a los clientes esperando su pescado dorado, o sus camarones a la diabla.
Las aguas que se convergen en un mar de fabricaciones. En pedacitos del ayer, del hoy… del hubiera.
¿Por qué me provocas tanto Chalupa? Te veo y escucho sones y guapangos entonando melodías y cantando tus pregones al viento. Viento que me roza como labios en la piel; estremeciéndome al compás de tus remos y de las pequeñas ondas que producen sobre el agua.
¿Qué llevo yo en mi canoa? ¿Cuáles son mis frutos? ¿Qué escondo yo debajo de mis mantos...?
La Chalupa: imagen llena de mil colores y mil hablares.
Colores vibrantes que exaltan mis sentidos y despiertan en mí imágenes, sonidos, olores y sabores… ¿serán recuerdos, memorias, o productos de mi imaginación necesarios para completar mis recuerdos romantizados del ayer?
Chalupa, te veo y me provocas. Me provoca esa llanura verde y alegre, señal de vida. Esa vida que me conmueve con tan sólo ver el altor de los pinos en el horizonte formando el fondo perfecto para tu belleza.
Belleza al ver tu canoa llena de frutos y flores, con esos tonos relumbrantes que me inducen a saber qué hay debajo de esos mantos ruborosos… ¿qué escondes Chalupa?
Belleza al ver tu Teyacapan, esa pieza de manta bordada a mano llena de detalles; y dentro de los detalles un sinnúmero de historias inauditas. Historias de las mujeres que bordaron esos Teyacapanes, en los cuales van entretejidos sus anhelos y esperanzas de una vida mejor, con cada punto de cruz.
La vida.
La vida con su belleza infinita arraigada tan ferozmente con el sufrimiento, formando la relación perfecta de odio y amor.
Amor.
Amor al folklore que derrocha tu imagen de mujer mexicana y trabajadora. Tu piel morena, resplandeciente como el sol, el mismo que observa tu jornada de trabajo día a día a veces no remunerado, y el cual se esconde detrás del horizonte al compás de tus pies cansados. Mujer trabajadora que desempeñas tus labores como toda una guerrera enfrentando tus desafíos con tu frente en alto.
¿A dónde vas Chalupa? ¿De dónde vienes?
¿A dónde te llevan esas aguas zarcas y cristalinas?
¿A dónde me llevan a mí?
Teuchitlán.
A ese lugar donde se encuentran mis primeras memorias del agua, de la laguna que abastecía a los clientes esperando su pescado dorado, o sus camarones a la diabla.
Las aguas que se convergen en un mar de fabricaciones. En pedacitos del ayer, del hoy… del hubiera.
¿Por qué me provocas tanto Chalupa? Te veo y escucho sones y guapangos entonando melodías y cantando tus pregones al viento. Viento que me roza como labios en la piel; estremeciéndome al compás de tus remos y de las pequeñas ondas que producen sobre el agua.
¿Qué llevo yo en mi canoa? ¿Cuáles son mis frutos? ¿Qué escondo yo debajo de mis mantos...?