by Vianney A. Gavilanes
San Antonio Matute “es un rancho bicicletero,” Mamá Cuca would say in a patronizing tone, as if Ahualulco was higher up the social hierarchy of ranchos y pueblos in Jalisco. Mi tía Reyna trabaja en San Antonio, ella enseña a niños de primaria y durante la semana vive ahí con su esposo, mi tío Chevo. I used to love going to San Antonio, it was always a way to eat las galletas de estrellita mi Mamá no compraba, and a way to get pampered by mi Papá Chevo. I remember star shaped cookies coming from a brown bag, so golden and crispy, so buttery and delicious.
Mi tía Reyna, Mamá Cuca and I were sitting by a large flat rock, eating the cookies. I didn’t want to move away from the rock where the cookies were resting, I was pretending to play around with the twigs and the stones, but really I was just creating an excuse to run back to the cookies without seeming to be eating them all! “No te las comas todas,” mi tía Reyna told me twice or so. Why wouldn’t Mom buy them at home? Why did she always want me to choose las galletas de animalitos con sus medio cuerpos cubiertos en dulce verde, amarillo y rosado que no sabían tan buenas como las estrellas doradas. “De esas galletas no quiero,” I would tell my mom every time we would go to el Mercado. Perhaps she didn’t want to tell her four year-old daughter she couldn’t afford to buy the butter cookies because she was saving the money Dad would send from California for the car they had been planning to buy for the last three years. Tal ves, quería que comiera las mismas galletas que ella comía de niña, cuando su mamá tampoco podía comprarle a ella y a sus otros diez hermanos/as las galletas que querían, “de las buenas,” así decíamos los niños. But it's okay Mami yo entiendo ahora, you and Dad were tight on money, tenían que ahorrar, ocupábamos nuestra propia casa, nuestro propio coche, querían una vida mejor para sus hijos. Está bien Mami, todo pasa, y “se aprende de todo lo bueno y lo malo” como tú dices.
“¿De cuáles galletas quieres Vianney?” Mom would ask us while grocery shopping at Safeway our first years in California. “Quiero Chips Ahoy, no, mejor Oreos, no me puedo decidir.” “Pues llévate las dos,” my Dad would say. Wow, two bags of the good kind of cookies, unheard of. I guess Estados Unidos really is where the money is at, my six year old child’s mind would think. Pero aunque tenga muchas bolsas de Chips Ahoy, Oreos and Keebler’s Pecan Sandies (my Mom’s favorite), sigo estrañando las galletas doradas de mantequilla, perfectamente moldeadas en forma de estrellas y acomodadas en su cajita de plástico transparente que las resguardaba dentro de esa bolsa café, decoradas tan sutilmente, como todas las cosas finas deben ser. Aún espero volver a San Antonio Matute, a estar cerca de esa piedra donde algún día estuvieron las estrellas, pero esta ves no me las quiero comer, esta ves quiero abrazar a mi tía Reyna y Mamá Cuca y dejar que las estrellas nos rodeen y nos resguarden en nuestra cajita transparente, dentro de nuestra bolsa fina.